EDITORIAL
La poesía está viva. Esa es una verdad a voces que circula por todo el ambiente literario. Se publican centenares de libros; el Sistema paga ediciones; hasta hace poco, una pared entera de una de las librerías más grandes de Madrid está tapizada de lomos de poemarios, ladrillos de perfil. Los talleres para aprender los rudimentos básicos del oficio no se llenan, pero siempre tienen alumnos. Hay numerosas revistas, tanto en papel como virtuales. Hay ciclos de lecturas en universidades y fundaciones. El dinero del Sistema apoya numerosas iniciativas. Pareciera que la poesía sale al paso a cada instante en los periódicos, en la radio, en la televisión. ¡Hasta los narradores sacan libros de poemas! Al parecer, la poesía está en el centro del panorama cultural. Así las cosas, ¿para qué una nueva revista, pequeña, gratuita, humilde?
Sucede que esta poesía que vemos aparecer en los medios no es toda la poesía. Se trata de una de muchas tendencias que conviven en el panorama, en el universo poético. Poesía apoyada por editoriales conocidas, por antologías, por comunidades autónomas y ayuntamientos. Poesía en el centro del Sistema, que se entiende, que se compra y se vende, es decir, poesía que no cuestiona el lenguaje del Sistema y que a través de su homogeneidad defiende la posición que ocupa.
No vamos a entrar en la infructuosa polémica de si esta poesía del centro institucionalizado es mejor o peor que aquella que circula en el margen, porque desde nuestra postura no existe la buena ni la mala poesía, sino sólo diferentes posturas y búsquedas. Es justamente allí donde empieza a tener sentido esta iniciativa: en la misma búsqueda, en la heterogeneidad, en la diferencia y en que justamente hoy estamos viviendo un proceso revitalizador del panorama, donde gran cantidad de poetas no se pliegan al discurso canónico ni centralizado. Pero no nos mintamos: esto siempre ha sucedido. La diferencia radical es que la fuerza con que está surgiendo amerita más que nunca que nos preocuparnos de ella.
¿Pero por qué, si al parecer es justamente ésta la postura a la que no conviene adscribirse? Dice Octavio Paz que “el cansancio de una sociedad no implica necesariamente la extinción de las artes ni provoca el silencio del poeta. Más bien es posible que ocurra lo contrario: suscita la aparición de poetas y obras solitarias. Cada vez que surge un gran poeta hermético o movimientos de poesía en rebelión contra los valores de una sociedad determinada, debe sospecharse que esa sociedad, no la poesía, padece males incurables”.
Nosotros estamos de acuerdo con Paz: esta sociedad está propiciando la aparición de poetas que emprenden su búsqueda en solitario, contraviniendo el concepto estético grupal tan tradicional dentro del panorama histórico español. Y lo propicia porque su lenguaje ya no nos identifica, debido a que es imposible que el lenguaje de la publicidad, el de la oferta y la demanda, el de las trasnacionales diga el mundo desde una medida humanista, donde el Contrato Social y los conceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad sean considerados como fundamentales. Al contrario, vivimos una época en que el Sistema –y los medios, la mayoría de las editoriales y el Estado son parte del Sistema– con su forma de decir y de pararse frente al mundo horada, desvirtúa, atenta día a día la relación del hombre con el hombre y con su entorno, es decir, violenta todos aquellos derechos, hoy principios morales, ganados durante años de lucha contra la tiranización de muchos por unos pocos.
Era imposible que nadie se diera cuenta de esto. Y la respuesta, que primero vino dada por protestas casi sin organización pero que representaban el espíritu libre del individuo en sociedad, se reflejó luego en la búsqueda de nuevas posibilidades de nombrar por parte de los poetas, nuevas formas del decir lo real que no atentan contra el Contrato Social, sino que lo reafirman y, aún más, exigen su cumplimiento a través de la aceptación y valorización de la creación que parte del espíritu libre de toda persona.
Barthes señala que la poesía es “el lenguaje de la transgresión del lenguaje”. Una de las lecturas de esta definición nos llevaría a interpretar el sentido de la palabra “transgresión” como “terrorismo lingüístico”. Es por eso que una parte de la poesía española, especialmente la más cercana a la Academia (con todo lo bueno y malo que eso representa), ha discutido, cuestionado y puesto en duda –quizá razonablemente– este postulado. Ahora bien, teniendo en cuenta lo dicho más arriba, en un Sistema enfermo como el nuestro que fomenta la renuncia del individuo a los derechos ganados y jibariza a través de su discurso la percepción de lo real, esta transgresión del lenguaje es un deber moral de la sociedad toda y, a este nievel, quien sino el poeta, operario diario del lenguaje, debe dar la primera advertencia a través de su creación.
Normal es que la forma de dignificar el discurso depreciado no sea única. Llevamos años, décadas, siglos de un trabajo incesante de desgaste de las maneras del decir, de relacionarnos con la realidad, con lo externo (no olvidemos, “Yo es otro”), como para que de la noche a la mañana encontremos la llave precisa para volver a un equilibrio que, seguramente, nunca ha existido, y hoy, menos que nunca. La búsqueda poética personal, la multiplicidad de discursos, entonces, va llenando, indudablemente desde la precariedad, los espacios de la realidad que parte del discurso canónico ha declarado en ruinas o inexistentes.
Desde hace unas décadas sabemos que la realidad no es una. Debido a ello, también sabemos que nadie puede hacer suyo el discurso de lo real o, por el contrario, todos pueden apropiarse del mismo. Heterogéneo es el camino de decir aquello que no se puede decir, que no se ha nombrado o que no se quiere nombrar, por el mismo hecho de que vamos a tientas por una habitación oscura, de la que nos han quitado los puntos, las palabras de referencia.
Hoy en día, más que nunca en España y desde hace décadas en Latinoamérica, hay poetas gateando por esa habitación, intentando nombrar con palabras aquello que está amordazado. Se trata de un amplio panorama de creadores que se mueven en el margen, porque sólo desde allí se puede intentar decir aquello que se ha insistido en negar.
Es por eso que en Heterogénea hemos optado por contravenir las normas que toda revista, que todo producto sistémico persigue: inscripciones legales, coste de producción, coste de mercado, publicidad y ganancias; todo esto, nada más que un mecanismo para no salirse de lo establecido.
En estas páginas cada actor es libre de decir lo que piensa, lo que ve, lo que percibe desde su particular punto de vista. Lo único que nos interesa, la única línea editorial que manejamos, es la de intentar mostrar aquellas creaciones y creadores poéticos que mediante su forma de decir complementan, reconstituyen el mapa tan estrecho de la realidad que el Sistema nos ha transmitido.
Puede que sea una batalla perdida, pero no importa. Es una batalla que alguien tiene que dar y si ésta nos aleja aún más de los cánones preestablecidos, pero permite que la poesía siga viva, bienvenida sea.
6 comentarios:
bienvenida a este mar virtual
Bienvenidas las aportaciones que abren los ojos a un realidad "por nombrar". Gracias a todos los que lo hacéis posible.
Güena suerte en esta empresa que no da dinero y que conduce al alcoholismo, las mujeres y la drogadicción en su sentido más amplio
Hola Julio
Bienvenido y adelante con
tu revista y con este blog
un abrazo a la distancia
desde Ecuador,
Augusto Rodríguez
bienvenidos al desierto de lo real seguir al conejo blanco al otro lado del espejo los despiertos
desconectar de MATRIX
Pasar, leer...
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